1/9/09

La eliminación de la historia

Después del intento de eliminar la filosofía en el bachillerato, ahora se intenta borrar la historia en los libros de texto de primaria. Para los funcionarios neoliberales, los niños mexicanos ya no necesitan saber de que hubo una cultura prehispánica y un proceso de conquista y colonización.
El problema es que en México (al igual que en la mayoría de los países de América Latina), necesitamos repensar el significado de la conquista (no como imposición de una cultura sobre otra, sino como mezcla y surgimiento de una nueva cultura). Ahora, con la eliminación de la historia de la conquista simplemente se trata de imponer una sola visión del mundo. Esta visión es la que corresponde a la cultura europea occidental. ¿Y por qué quieren obligarnos a tener esta visión? Obviamente se trata de inducir a conformarnos con una sola realidad y con un solo mundo posible. O sea que la negación de la existencia de otras visiones de la historia (como la que corresponde a la historia de México) implica la posibilidad de constituir mundos posibles en la mente de los alumnos.

Pero el problema es que no sólo necesitamos que no desaparezca la enseñanza de la historia, sino que también debemos reescribirla, porque el conocimiento de la historia de la conquista tiene sentido cuando invierte nuestra percepción de lo sucedido. Porque también es importante lo que pudo haber sucedido (sólo así podemos preservar una memoria de la identidad cultural).
Nada mejor que recordar lo que decía Carlos Fuentes al respecto.
En el relato “Las dos orillas” (en El naranjo), Fuentes realiza no sólo una recreación de la historia sino una reinterpretación de la ficción como transformadora de lo real. Esto significa replantear la literatura como capaz de modificar las creencias sobre el pasado. El relato trata de Jerónimo de Aguilar, un soldado español que en las primeras expediciones llegó y vivió largos años con los indios. Después se unió a Cortés sirviéndole como intérprete (antes que la Malinche). El relato está narrado en primera persona y se ubica cuando Jerónimo está en su tumba y nos narra las dos conquistas: la de México y la otra (de España) Lo que más nos interesa es por supuesta esta otra conquista. Gracias al poder de la narración Fuentes nos transmite de lo que podría haber sido ese otro mundo donde los vencedores no fueron los españoles sino los vencidos.
Pero veamos con un poco de detalle todo esto.
Jerónimo nos cuenta que, cuando era intérprete de Cortés, en realidad no le traducía lo que éste decía a Moctezuma o viceversa. Más bien le traducía el significado contrario. Por ejemplo durante los enfrentamientos en Cholula y Tenochtitlan. Jerónimo queriendo modificar la historia (por haber tomado partido contra los españoles) inventaba situaciones para precipitar los resultados. Pero su drama consistió en que Cortés se guiaba por la traducción de la Malinche.
Tenemos aquí un parecido con el tema borgiano del traidor y el héroe. Jerónimo en realidad es un antihéroe porque comparte la visión de los indígenas. En este sentido se proyecta como traidor a Cortés y su empresa. Para hacer más clara esta situación Fuentes introduce a otro personaje (Gonzalo Guerrero, amigo de Jerónimo quien continuará la otra conquista). Jerónimo es también un héroe cuando se proyecta como vencedor de los españoles: “Cuantos contribuimos a la conquista india de España sentimos de inmediato que un universo a la vez nuevo y recuperado, permeable, complejo, fecundo, nació del contacto entre las culturas, frustrando el fatal designio purificador de los Reyes Católicos.”[1]

Según Carlos Fuentes la derrota de los españoles significa la realización de otro mundo posible, cuando el desembarco de los indios en tierras de España se convirtió en la creación de una nueva cultura mestiza donde convivieron pacíficamente con los árabes y los judíos (algo impensable según la lógica de los Reyes Católicos).

En este punto conviene remitirnos a recientes reinterpretaciones sobre el papel de la literatura como las Paul Ricoeur, Umberto Eco o de Jerome Brumer que señalan que toda narración, en la medida en que es un acto de habla, constituye o puede constituir mundos posibles en la mente de los lectores.[2] Desde esta perspectiva podemos comprender que el intento de Carlos Fuentes por reescribir la historia de la conquista tiene sentido cuando invierte nuestra percepción de lo sucedido. Y es justamente lo que pudo haber sucedido lo que más importa:
“¿Qué habría pasado si lo que sucedió, no sucede? ¿Qué habría pasado si lo que no sucedió, sucede? Hablo y pregunto desde la muerte, porque sospecho que mi amigo el otro náufrago, Gonzalo Guerrero, está demasiado ocupado combatiendo y conquistando. No tiene tiempo de narrar. Es más, se niega a narrar. Tiene que actuar, decidir, ordenar, castigar…En cambio, desde la muerte, yo tengo todo el tiempo del mundo para narrar. Incluso (sobre todo) las hazañas de mi amigo Guerrero en esta gran empresa de la conquista de España. Temo por él y por la acción que con tanto éxito ha acometido. Me pregunto si un evento que no es narrado, ocurre en realidad. Pues lo que no se inventa, sólo se consigna. Algo más: una catástrofe (y toda guerra lo es) sólo es disputada si es narrada.”[3]
Claro que nada puede suceder si no es narrado. En este aspecto Fuentes se apoya en las teorías del mito (como las de Vico) de las que se ha ocupado de manera extensa a lo largo de sus ensayos[4]. Lo que vemos en este relato es una confirmación de lo que también las nuevas teorías de la narración señalan al respecto. Los relatos no son otra cosa que instrumentos y herramientas de la mente para construir significados. Vivimos en un mar de historias y de lo que se trata es de aprender a nadar en este mar. No actuamos directamente sobre la realidad sino sobre las creencias que mantenemos sobre el mundo que desde nuestro nacimiento somos apasionados creadores de significados. Y en este caso del relato de Fuentes, crear el significado de una conquista al revés ¿no es dar demasiado poder a la narración? La narración tiene el poder de persuadirnos sobre la historia posible de otra cultura. Aquello que no sucedió pero pudo suceder. Esto también se relaciona con los debates de los historiadores actuales que señalan que lo que no pudo suceder también puede servir al conocimiento de lo real (y más allá de lo real) . Vale la pena citar a Juan Goytisolo: “Lo que pudo ser y no fue, lo que pudo ser y ha sido resultan quizá especulaciones para los historiadores. Pero no lo son desde luego para el novelista, cuyo campo de maniobras se extiende más allá de lo real y ocupa los territorios fecundos del sueño.”[5]
No se trata de conformarnos con una sola realidad o un solo mundo posible. Existen muchas realidades porque dependen de la diversidad de interpretaciones. En el caso de la literatura, el poder construir mundos posibles se relaciona también con el derecho de los lectores de imaginar otras realidades que no sucedieron. Habrá que insistir como lo hace Fuentes en que la construcción y transmisión de los significados tiene que ver el papel de la traducción. En este relato vemos cómo el comportamiento de Hernán Cortés es determinado según la traducción provenga de la Malinche o de Jerónimo. La traducción nunca es interpretación de una sola realidad sino siempre de posibilidades de acción o de realidades en conflicto. Cortés al confiar en la versión de la Malinche pudo realizar su misión pero esto no impidió imaginar que pudiera ocurrir la otra conquista. Al no existir fronteras entre la ficción y la historia todos los mundos son posibles. Lo importante es quién traduce, no lo que se traduce porque no existen significados objetivos. Los mundos alternativos son siempre posibles porque dependen de las interpretaciones o traducciones de los lectores. Esto significa que las narraciones tienen un gran poder como creencias en la mente de los sujetos.
Notas
[1] Carlos Fuentes, “Las dos orillas”, en El naranjo, Punto de Lectura, México, 1994, p.64.
[2] Paul Ricouer, Tiempo y narración, Umberto Eco, Lector in fábula, Jerome Bruner, Realidad mental y mundos posibles. Los actos de la imaginación que dan sentido a la experiencia, Gedisa, Barcelona, 1994.
[3] p.67.
[4] Carlos Fuentes, Valiente mundo nuevo. Épica, utopía y mito en la novela hispanoamericana, FCE, México, 1990.
[5] Juan Goytisolo,”Las dos orillas de Carlos Fuentes”, en El bosque de las letras, Alfaguara, México, 1995.